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El agujero de la capa de ozono sobre la Antártida ha sido en este arranque de la primavera austral que ahora comienza más grande de lo que llegó a ser en 2007, si bien no alcanzó los niveles de 2006.Más de 20 años después de la prohibición de producción de los gases cuya acumulación en la atmósfera está directamente implicada en este proceso, --que deja sin protección de los rayos ultravioleta a los seres vivos--, los científicos no saben cómo afectará el cambio climático a su esperada recuperación.Este año, el área afectada por una reducción drástica en la capa de ozono alcanza los 37 millones de kilómetros cuadrados, en comparación con los 25 millones de 2007, aunque no alcanza el récord de extensión de 2006, cuando llegó a los 29 millones de kilómetros cuadrados, equivalentes al tamaño de Canadá, México y Estados Unidos juntos.El ozono es un componente atmosférico protector de la vida en la Tierra que se sitúa a unos 25 kilómetros de altitud, y que actua como filtro de los rayos solares ultravioleta que llegan a nuestro planeta. Su desaparición puede incrementar, entre otros muchos problemas, los cánceres de piel y las cataratas asi como dañar la vida marina.La desaparición del ozono se produce por efecto de las temperaturas extraordinariamente frías a gran altitud y la presencia de gases nocivos para el ozono en la atmósfera, tales como el cloro y el bromuro de metilo, acumulados durante decenios por la producción por la industria química de clorofluorocarbonados, que fueron prohibidos de acuerdo con el Protocolo de Montreal de 1987.Dependiendo de las condiciones del tiempo, el tamaño del agujero de zono en la Antártida varía cada año. Durante el invierno austral, la atmósfera sobre la Antártida se mantiene aislada de los intercambios procedentes del viento del área de medianas latitudes conocida como el vórtice polar, el área donde se produce la principal destrucción química de ozono. Al comienzo de la primavera, el otoño en el hemisferio Norte, la combinación de rayos solares y la aparición de nubes estratosféricas permiten la liberación de radicales de cloro reactivos al ozono que lo destruyen para quedar convertido en moléculas de oxígeno. Una sólo molécula de cloro tiene el potencial de destruir miles de moléculas de ozono.
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